Muy lejos de independizarse de la monarquía mas que desde un discurso despectivo hacia príncipes y reyes, le ha dado a su ciudad un título de nobleza, la ha coronado reina, quizá en honor a algún prócer que mientras curaba sus heridas de guerra, pensaba en coronar al Inca. Bendito rio Paraná que aún conserva las salpicaduras de esa sangre, líquido rojo que mantiene al porteño como plebeyo, cuyo árbol genealógico se ha secado en las manos de una Europa que ha desparramado su mediocridad por estas tierras, destruyendo así culturas florecientes, e imponiendo a través de la barbarie la crucificción de los dueños de este continente que los gringos dicen haber descubierto.
El porteño, transgresor por naturaleza, se regodea entre sábanas de chicle y psicofármacos, se llama a sí mismo rebelde y apenas es un protestón profesional, un inconformista que sintiéndose centro del Universo, ha convertido la ley y algunas buenas costumbres en una parrillada en la que asa gatos y cardos.
La mujer porteña, noble en su carácter formal espiritual hoy taconea por las veredas, empantalonada, desgreñada y con modales de carrero, gritando con voz de mal cantante que su pene imaginario la iguala al hombre y no sabiendo distinguir entre algo tan fundamental como la diferencia entre igualdad y derechos, ignorancia que la planta en el desconcierto total cuando al pretender que la atiendan como una dama, comprende que el caballero que la mira con ojos de albergue transitorio es apenas un potrillo alzado y huérfano que galopa entre canchas de futbol y manifestaciones piqueteras.
Los vasallos de la reina se complacen en la falta de respeto, dentro de su cambalache mental acaricia a la libertad haciendo exactamente lo que le vienen en gana caiga quien caiga y sufra quien sufra. La clase gobernante corrupta que sostiene a la especie, víctima de sus propios deslices temen sancionar hasta la más mínima contravención y es muy común oír decir al porteño que no importa que los gobiernos roben mientras hagan algo por la gente, gobierno y pueblo se aplauden mutuamente volviéndose la especie cada vez más irreverente, incompetente, impertinente y tantos entes más que se ha transformado en un ente o una boca charlatana, con actitud despectiva con respecto a sus hermanos provincianos y continentales.
Amante impotente, tenorio de la vieja y ensangrentada Europa, se siente realizado cuando lava la vajilla de algún español y muy venido a menos cuando se trata de la copa de algún santiagueño o boliviano.
El porteño apenas maneja su idioma: EL IDIOMA ARGENTINO pero como los niños en crecimiento vive inventando palabras y pronunciando mal la mayoría de ellas agregando al discurso cuanta guarangada se le ocurra, esto lo vemos en las clases que han accedido a una instrucción y en las que no, médicos, profesores, artistas, periodistas, todos hacen su debut triunfal vociferando alguna palabrota que alude a lo escatológico o lo genital. El porteño aprovecha los finde para ver una peli y recurrir al delibery, es de destacar la necesidad que tiene de hablar en inglés y de mutilar su identidad supliendo el nombre propio por el Universal Boludo y Boluda o bien el Fer por el Fernando o el Facu por el Facundo. Es una especie sin nombre para él no hay malas palabras, ignora que la palabra se vuelve mala según lo que reprende y aluda y un hache de P puede ser el mejor de los tipos o literalmente un hijo de puta. Lo más triste es que los apodos con los que se comunican hacen referencia a alguna aptitud o defecto físico: Cabeza, enano, gorda, flaca o a alguna característica animal: Perro, sapo, gato. Lo más esquizofrénico de la cuestión es que a sus animales domésticos los llama Paola o José María. Algo así como que la gorda sacó a pasear a José María, un perrito precioso al que ata en la baranda de la famosa fábrica de pastas mientras la gorda compra ravioles para el perrito y galletas de arroz para ella.
El porteño apenas maneja su idioma: EL IDIOMA ARGENTINO pero como los niños en crecimiento vive inventando palabras y pronunciando mal la mayoría de ellas agregando al discurso cuanta guarangada se le ocurra, esto lo vemos en las clases que han accedido a una instrucción y en las que no, médicos, profesores, artistas, periodistas, todos hacen su debut triunfal vociferando alguna palabrota que alude a lo escatológico o lo genital. El porteño aprovecha los finde para ver una peli y recurrir al delibery, es de destacar la necesidad que tiene de hablar en inglés y de mutilar su identidad supliendo el nombre propio por el Universal Boludo y Boluda o bien el Fer por el Fernando o el Facu por el Facundo. Es una especie sin nombre para él no hay malas palabras, ignora que la palabra se vuelve mala según lo que reprende y aluda y un hache de P puede ser el mejor de los tipos o literalmente un hijo de puta. Lo más triste es que los apodos con los que se comunican hacen referencia a alguna aptitud o defecto físico: Cabeza, enano, gorda, flaca o a alguna característica animal: Perro, sapo, gato. Lo más esquizofrénico de la cuestión es que a sus animales domésticos los llama Paola o José María. Algo así como que la gorda sacó a pasear a José María, un perrito precioso al que ata en la baranda de la famosa fábrica de pastas mientras la gorda compra ravioles para el perrito y galletas de arroz para ella.
La mala educación es la marca registrada de la especie, no hay cantero que no esté lleno de basura, no hay verdea que no está rota, y no hay porteño que no suba al colectivo con una gigante mochila colgada en la espalda con la que te golpea y lastima el alma, la indiferencia y el sadismo hieren el alma.
La hipocresía del porteño alcanza niveles impensados, la especie es en esencia hipócrita, lo es cuando reniega de sus niños de la calle, cuando le parece mal que el gobierno subsidie a los pobres y se calla cuando con el dinero de nuestros impuestos se sostiene a la religión, lo es cuando aludiendo a que la mujer hace con su cuerpo lo que quiere, (supongo que los suicidas también) piden la legalización del aborto, (asesinato de niños no nacidos) y se rasgan las vestiduras ante la pena de muerte, lo es cuando vocifera en contra de la droga y todo el ladinaje político y judicial sabe dónde se vende, fabrica y distribuye, lo es cuando habla del amor al prójimo y por las noches cierran las puertas de las iglesias en las que los indigentes podrían dormir, sobre todo en las noches de invierno, será porque Dios no tiene ni frio ni calor y también lo es porque sus autoridades, sindicalistas, jueces que no pagan impuestos y cuanto religioso pulule por ahí vive en la opulencia mientras que nuestros ancianos viven a fideos y polenta, las ridículas recetas que los medios nos ofrecen para ser cada vez más sanos a través del consumo de tal o cual producto ofende la trayectoria humana de un jubilado y la futura trayectoria de un niño privado de lo más hermoso de la infancia: la comida, la escuela y el confortable hogar.
La hipocresía del porteño alcanza niveles impensados, la especie es en esencia hipócrita, lo es cuando reniega de sus niños de la calle, cuando le parece mal que el gobierno subsidie a los pobres y se calla cuando con el dinero de nuestros impuestos se sostiene a la religión, lo es cuando aludiendo a que la mujer hace con su cuerpo lo que quiere, (supongo que los suicidas también) piden la legalización del aborto, (asesinato de niños no nacidos) y se rasgan las vestiduras ante la pena de muerte, lo es cuando vocifera en contra de la droga y todo el ladinaje político y judicial sabe dónde se vende, fabrica y distribuye, lo es cuando habla del amor al prójimo y por las noches cierran las puertas de las iglesias en las que los indigentes podrían dormir, sobre todo en las noches de invierno, será porque Dios no tiene ni frio ni calor y también lo es porque sus autoridades, sindicalistas, jueces que no pagan impuestos y cuanto religioso pulule por ahí vive en la opulencia mientras que nuestros ancianos viven a fideos y polenta, las ridículas recetas que los medios nos ofrecen para ser cada vez más sanos a través del consumo de tal o cual producto ofende la trayectoria humana de un jubilado y la futura trayectoria de un niño privado de lo más hermoso de la infancia: la comida, la escuela y el confortable hogar.
La mula es el animal emblemático del porteño al que le gusta pasarse en las colas, frenar sus autos sobre las rayas peatonales, sus orgasmos dependen de cuantos semáforos en rojo cruce, cuantos impuestos evada y trampas ponga en cuanto a precios, calidad y marcas se refiera. Es un vivo bárbaro que a veces hasta la vida de sus hijos arriesga en el asiento trasero del auto los tira sin ningún tipo de seguridad.
El porteñaje se cría en el mundo del revés y aquellos valores y conductas decentes que se basaban en la discriminación entre lo bueno y lo malo hoy resultan mala palabra y delito puesto que las autoridades que de la discriminación se encargan, confunden al pueblo haciéndole creer que un acto discriminatorio es segregatorio y meten en una misma bolsa lo que es un prejuicio, un insulto y una segregación, es tan peligroso no discriminar como segregar, cuando nos inculcan la no discriminación simplemente nos censuran, no nos dejan pensar ni sentir ni razonar sobre lo que somos y hacemos, en el fondo no quieren que pensemos sobre lo que ellos hacen, mientras nos dicen que a un enano hay que llamarlo persona de baja talla, como si tuviera algo de malo ser enano, ellos se llenan los bolsillos a costa de la segregación de cientos de miles de personas que hacen cola y no son bien tratados en los hospitales por ser negritos, que mientras ellos hacen sus negociados hay un montón de gente segregada, tirada en una escuela pública deficiente mientras que los que más pueden mandan a sus hijos a la escuela privada, mientras el obrero cada vez gana menos, delegados y popes del sindicalismo, comen como cerdos en el chiquero de la impunidad.
La vidriera discepoliana esta adornada de palabras, la biblia es la impunidad y el calefón la impotencia y la bronca de los más humildes, muchos de los cuales son porteños, algunos son de Barracas, otros de Caballito.
Madre hay una sola y cada una equivale a una hora de diván, si hubiese más de una habría tantos edipos que sería imposible disipar el complejo, ¿Cuál de todas esas mamás es la que espera el corte de semáforo con el cochecito donde lleva a su bebé en mitad de la calle y no sobre la vereda?
Porteños y porteñas corren como locos por las calles de la mugrienta ciudad y se sienten importantes y ocupados cuando no tiene tiempo para nada haciendo un culto de la impuntualidad y la falta de palabra.
El espécimen hace lo que quiere porque vive en democracia, entonces vende alcohol a los menores y anda en bicicleta por las veredas y al pasar frente a un policía le hace la V de la victoria, son dos vivos geniales: el ciclista ecológico y el policía que no se quiere comprometer demasiado porque él, vió, gana muy poco.
Todos son bolitas, paraguayos, yorugas y la peor de todas: Negro de mierda, claro que se refieren a los negros de alma pero jamás llaman así a un rubio.
Mal vestidos, desaliñados, ancianos vistiendo como jóvenes, escupiendo en las calles, sacando a sus frígidos perros a defecar en las veredas del prójimo, gastando millones de litros de agua en el baldeo de aceras las que manguerean hasta los días de humedad y llovizna, cada vez más enrejados y temerosos, cacheteando a cuanto centro y sud americano se acerque, sintiéndose más lindos que el resto del país, la más de las veces la especie se ahoga en un vaso de agua porque su organismo, olvidando al vino se acostumbró a beber cerveza hasta quedar tan borracho que puede dormir en la cúpula del congreso sin que a nadie le importe si está vivo o muerto.
Entre otras particularidades el porteño se jacta de no ver cine argentino, necesita adorar a cualquier gringo que se cruce en sus sueños, aman a Mary Lynn y a Kennedy pero ignoran en honor a quien una sala del San Martín se llama Casacuberta, muchos ignoran la diferencia entre el veinticinco de mayo y el nueve de julio y otros creen que Perón inauguró la democracia en la nación y que Evita fue la inspiradora de una ópera popular.
El espécimen abandonó los principios por los códigos (mandamientos de la mafia) y repite este significante hasta el cansancio y atribuye su estatuto a las regiones más sórdidas en donde la delincuencia se masturba en honor a los derechos humanos. Vive tan rodeado de códigos, que como don corleone, con minúscula, corta cabezas equinas con las que adorna el lecho de la coima y la desvergüenza.
Se ha convertido en un frívolo lorito de bermudas que repite por los pasillos de la escuela de la política y el periodismo, historias extremistas de las historias de la vida: a) Los que roban son pobres, desocupados y villeros, nobleza obliga objetar esta tesis puesto que a la nación la han hundido los delincuentes egresados de las Universidades gringas que hoy ostentan el poder y son dueños de la vida y del paco. B) que algunos gobiernos democráticos luchan para acabar con la pobreza y la exclusión, cuando la verdad es que los poderosos y millonarios duplican sus riquezas mientras que los pobres apenas cambian algunas chapas que les cede la acción social, de cartón, claro; pero chapa al fin.
C) que vive en democracia porque vota y que tiene libertad de expresión porque por medio de un programa de televisión puede ridiculizar a un presidente o porque los periodistas le cuelgan el San Benito a quien sea utilizando el potencial si de verbos hablamos y de mala intención nos hacemos cargo. D) que la desaparición de personas comienza con la dictadura militar cuando quien deja las parrillas armadas es el gobierno democrático. E) que todos somos iguales ante la ley cuando en realidad muchos estamos en peligro frente a la ley y a salvo están los violadores, narcotraficantes y otras yerbas. Podría seguir con todo el abecedario y agregar el hebreo pero sería quitar la imaginación al lector puesto que es tarea de él y mía agregar letras. Para eso el porteño es especialista porque aunque repite y hace lo mismo: Habla, habla y no cesa de hacerlo aunque alguna vez tuvieron un éxodo jujeño o un Cordobazo.
Para que la corona de la reina deje de ser de latón hay que ungir la piel de sus hijos con puros principios de realidad, acabar con este inmenso jardín de infantes con sus hilaridades y caprichos al descubierto, para eso, usted, que gobierna o gobernará la ciudad debe dejar de ser un dulce y diabólico maestro jardinero y convertirse en uno de esos maestros de la antigua escuela pública en donde los alumnos iban a aprender y no a jugar, en donde la maestra era una educadora y no una seño, en definitiva ni rita ni ra, ni nada, una zona neutra en la que nadie se compromete con nadie y con nada, en la que el tiempo se congela formando un solo bloque en el que no se distinguen el pasado, el presente y el futuro, la gran vidriera discepoliana en la que los marginales con algún talento sobresalen.
Adelante porteños, el mundo, dios y la virgen santísima están pendientes de ustedes, rojas alfombras se extienden por el planeta por si acaso el porteño esa tierra pisare pero cuidado, sería mejor que cada paso sea acompañado con el principio de realidad del neurótico, por la ley, base esclavizante de toda democracia y de una vez por todas por la absoluta necesidad interna de crecer sin pisotear cemento fresco.
Lo hasta acá relatado no alude a tal o cual persona, cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia.
Estoy totalmente de acuerdo con usted, no somos todos iguales, no se puede generalizar, todas las generalizaciones son de mal gusto.
Si usted no entra en ninguna de las cuestiones planteadas que problema puede hacerse, verdad que ninguno? Entonces por qué se enoja conmigo y me dice esas cosas horribles que estoy escuchando? Usted no me conoce y mi madre era una santa, gracias a Dios tengo una sola y ella no tiene nada que ver con esto, perdón, usted se lo dice en el otro sentido, entonces entendí mal, le pareció maravilloso y está de acuerdo conmigo, muchas gracias pero en realidad mi querido porteño, yo no soy nadie, cuando yo me muera se enterarán de ello cuatro gatos locos que son algunos familiares y amigos, en cambio ustedes son muchos y si se mueren, si dejan de existir y no recuperan prontamente la salud perjudicarán al mundo entero porque la humanidad no se concibe a sí misma sin lo mejor que Dios, después de Charli, Diego y Carlitos Gardel; le ha brindado y esto es: El porteño.
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