No me acuerdo cuando la conocí porque perdí la noción del paso del tiempo, de cualquier manera, Manuela no tenía edad y se decía por el barrio que era un vampiro que se había originado apenas aparecido el Bin Bang. Tampoco se podía decir mucho de su belleza puesto que toda la atención iba dirigida a su discurso y a las cosas que sentía o decía sentir. Nunca la vi comer, pero era una mujer flaca de cabello rojizo, muy alta y llena de pecas, los ojos eran grandes y verdes, su boca siempre húmeda estaba eternamente abierta, ya que Manuela no cesaba de hablar. No tenía tetas ni culo, sus manos huesudas acompasaban sus rítmicos ademanes, la armonía de sus palabras. Parecía la muerte, pero otras veces se asemejaba a la abundancia, a un trigal o a una numerosa hacienda que pastaba por Areco, le gustaba decir palabras en inglés y la preferida de Manuela era Hapy.
Se despertaba por la mañana vociferando alegremente que quería Hapy. La había tenido cuando se casó pero la hapy que le dio el esposo fue muy pequeña y al poco tiempo murió y pasó a ser Manuela Diestra, viuda de Rich .
Pobre Manuela, se preocupaba tanto por nada, últimamente se la veía por las calles preguntando a los barrenderos, encargados de edificios, recolectores de residuos y empleadas domesticas; sobre sus sueldos, y cuando averiguaba lo que ganaban, se planteaba que los hijos de estas personas tendrían más acceso a la educación, y como los padres querían lo mejor para sus hijos, seguramente estos serían mejor instruidos y no ejercerían la profesión de sus padres.
Muy preocupada por el destino del país, suponía que ciertos quehaceres lo harían extranjeros que traerían de otros países, talvez de África y entonces su hermosa ciudad se llenaría de gente negra y que eso sería desteñir la esencia europea de los argentinos. En cierta forma el fenómeno ya estaba dándose en el país, ya casi no había sirvientas criollas, esas morochas que limpiaban la casa y muchas veces abusaban sexualmente de los hijos de los patrones y quedaban embarazadas de ellos o del vigilante de la esquina. Ahora las familias eran atendidas por alguna paraguayita. Sentía peligrar la estirpe y el rango de su clase y el avance de una clase de híbridos que enfermarían a lo mejor de la sociedad. Una sociedad podrida por el travestismo, el matrimonio igualitario, la droga y el alcohol, no soportaba que las cosas estuvieran tan a la luz de la gente decente, según Manuela, sabía tapar estos desórdenes de la moral.
Coleccionaba uniformes militares y hábitos religiosos, vestidos de época y libros de historia. Todas las mañanas, luego de despertarse y de pedir desesperadamente a dios: HAPY, HAPY, HAPY, abría la puerta de su departamento para recoger un dinero que le permitía vivir con decoro. Manuela Diestra viuda de Rich, ignoraba la procedencia de esa plata pero la recibía con agrado porque eso le permitía vivir sin trabajar y estar preocupada por las cosas de la vida. Siempre salía a la calle con monedas por si se le cruzaba algún indigente o un niño de la calle, soñaba con que se aprobara el asesinato de niños no nacidos y que fuese gratuito en los hospitales públicos, y con ello limpiar las calles de tantos negritos desavenidos. Su maravilloso sentido común le hacía pensar que los pobres no deberían tener los hijos que quisieran, sino los que pudieran mantener. No soportaba la fealdad y dudaba del buen gusto de dios cuando veía gente negra u obesa y sentía que tanto los ciegos como los inválidos, estropeaban la estética de las calles.
HAPY, HAPY, HAPY, gritaba por la mañana y salía a ganarse el cielo diario, daba alguna limosna o ayudaba a cruzar la calle a algún ciego, era tan ética que trasgredía sus valores, lo hacía por cumplir con los mandamientos judíos. Manuela temía al infierno y hacía todo lo posible por no terminar en él, no comía carne, y se alimentaba a frutas y verduras, bebía hasta que no quedara una botella de alcohol en la ciudad y gustaba de la música culta. No podía controlar el crecimiento de sus uñas y debía cortárselas todos los días. Miraba cine argentino sólo cuando la película había sido premiada en Europa y bogaba por la pena de muerte y la aprobación de la tortura. Los pobres querían dejar de serlo y eso la espantaba.
Temía, siempre temía y lo único que la liberaba de ese pánico era la esperanza de encontrar su Hapy, cuando la encontraba, no le alcanzaba y siempre quería más, nunca se llenaba ese hueco. Temía a los piquetes y aborrecía las huelgas, detestaba la ropa barata que lucían los pobres y vivía entre rejas cuidando de que no le robaran lo que tenía. Manuela Diestra estaba asustada, la barbarie se abalanzaba sobre la riqueza y la elegancia, los pobres discutían y trataban de defender sus derechos y se había cometido el oprobio de enjuiciar a una junta militar que había salvado al país de lo siniestro. ¿Cómo se atrevían a hablar de revolución si no tenían para comer? Los negros tenían plasmas, auto y computadoras, cada vez su clase maravillosa sentíase más cerca de la guillotina y trataba de ser prudente en lo que hacía y decía. Daba una limosna y pensaba que el miserable la recordaría y al momento del gran golpe le perdonaría la vida.
Manuela Diestra no defecaba ni orinaba y los gusanos que comerían su cuerpo enfermo, serían importados de los países desarrollados. Era una mujer realmente asquerosa, me repugnaba su vida y tuve que hacer lo que correspondía. Darle su hapy, y una vez que hube llenado a medias su agujero negro, la maté. Lo hice lentamente. No podía hacer otra cosa, no me gustó hacerlo pero debía hacerlo, y con ello despejar el camino que conduce a los seres humanos a la felicidad. Traté de despejar el camino para que muchos de los que nada tienen, se acerquen a la mesa del derroche, algunos lo lograron, otros no se animaron y hay quienes quedaron en el camino.
Lo importante es que sigan viniendo todos los que puedan, que cada vez sean más, porque acabo de enterarme que LA GRAN PUTA DEL NORTE es de raza negra. Llamó a su hija Chupamella Happy América, y que festejará sus quince años en Buenos Aires.
Chupamella, no sabe que nos estamos preparando para cagarle la fiesta.