Les decía que Manitos me pasa datos de cosas extrañas que suceden en lugares recónditos y que tienen que ver con el advenimiento del 2012, era que cambiará lentamente la mentalidad de la gente ya que se aprestan a encarnar en la Tierra espíritus de muy elevada jerarquía, para que ese designio se cumpla y no sean corrompidos por las tentaciones de la carne deben ser adiestrados en distintos puntos del planeta, para después poder ocupar los cargos que competen a la organización social del país. De allí surgirán los nuevos presidentes, ministros, gobernadores y cuanto espécimen que tenga sobre sus espaldas la responsabilidad de hacer feliz a un pueblo. En mi locura, que no cesa y cada vez es más evidente, sueño con ser Fox Molder, Jacob o Hugo de Lost y por qué no Harry Potter. Claro que la única seña que tengo en la frente es la de Caín.
Manitos me explicó que debía tomar el vuelvo 518 de Maremar y que iba a descender en una isla secreta ubicada en un país llamado Platapoca, que una vez arribado al aeropuerto me trasladarían a una provincia llamada Cruz ¡SH! Diablo, donde funciona la escuela de tiburones y pirañas que convierte en delfines, que sólo podía estar un día en ese lugar y observar el proceso de preparación para los nuevos gobernantes planetarios. Llegué y apenas bajé del avión una señora se acercó a mi, me vendó los ojos y me introdujeron en un auto, no me permitieron ver hasta que llegamos a Cruz ¡SH! Diablo. La señora, una mujer muy bella parecida a Ana Lucía, me dijo que mirara lo que quisiera, que al anochecer vendría a buscarme, y me devolvería a mi casa.
El lugar era magnífico, una zona natural repleta de vegetación y riachos cristalinos, había toda clase de mariposas y aves, la luz era más brillante que la común y los colores más intensos, se podía observar el aura de la naturaleza y aspirar un perfume que era como la mezcla de varias flores, en medio de esa pulcritud natural se alzaban distintos hangares a los que llamaban aulas, nadie me veía pero, sentía que estaba conviviendo con ellos, y que ellos me explicaban las cosas. Automáticamente una correspondencia telepática se había instalado entre ellos y yo, eran personas de todas las razas y estructuras físicas, los había altos, bajos, más delgados, menos delgados, negros, blancos, amarillos, había de todo.
Lo primero que me contaron fue
que aprendían un idioma que en el futuro toda la humanidad hablaría y acto seguido fui pasando por distintas aulas. A una distancia muy corta del centro de estudios había una zona urbanizada en la que vivía gente común, trabajadores, maestros, actores, había colectivos, subtes, trenes, automóviles, fábricas, hospitales y espectáculos de esparcimiento.
Había tres pruebas básicas, los estudiantes debían pasar varios días con las manos enlodadas, les untaban con un barro imposible de sacar, todo lo que tocaban se manchaba, incluso la comida, en la zona urbana eran esquivados por la gente y a veces repudiados, la segunda prueba básica era la sordera, don una droga que se les suministraba quedaban sordos y así eran arrojados a la zona urbana. Lo mismo pasaba con los que quedaban ciegos, todos debían pasar por las tres pruebas y de ellas aprendían lo importante de tener las manos limpias, de escuchar y mirar. Debían ganar el sustento y para eso se les hacía trabajar en las fábricas, oficinas u otros como servicio doméstico, cementerios, enfermería, de pronto era común que algún grupo quedara paralítico y tuvieran que pujar con sus sillas de ruedas por la zona urbana. Viajaban al trabajo en micros repletos igual que los trenes y subtes, en su mayoría destartalados, debían llegar a fin de mes con sus sueldos, restringirse en la comida y buscar ofertas para que el dinero les alcanzara. Se los paseaba por la parte rica de la zona urbana donde eran absolutamente mal mirados por la pobreza de su ropa. Sufrían la humillación de no poder entrar nunca a un restaurante, o a un café, mucho menos al mejor teatro o a un cine, ni hablar de lo que les pasaba si pretendían ser admitidos en un boliche, era muy factible que fueran golpeados o insultados. Debían transitar por zonas muy sórdidas en las que eran asaltados y hasta heridos por una delincuencia bastante protegida por el sistema y los derechos humanos. Pasaban días enteros en la indigencia, para vivir debían recoger cartones o pedir limosnas o bien trabajar donde quemaban la basura. Debían internarse días enteros en hospitales públicos donde los pobres no eran atendidos como los de más poder adquisitivo y vivir en casuchas sin gas natural y con letrina. El clima cambiaba de acuerdo a la asignatura que se daba, de pronto grandes tormentas destruían sus casas o la sequía los dejaba sin alimentos. Pasaban por el infierno que implica la adopción de un niño y estar desdentados por no poder acceder a un odontólogo.
Todo iba pasando como una película frente a mis ojos. Vivía lo mismo que ellos pero no me veían, la vida de esta gente era un calvario, se los veía avejentados, abatidos, como se asimismo una persona que sabe que toda su vida será mísera. Las escenas más dolorosas, se daban cuando los estudiantes eran anoticiados de que sus hijos e hijas eran acosados sexualmente o bien habían sido víctimas de violación. Los preparaban sometiéndolos a las pruebas más feroces que se puede imaginar pero a través de esto comprendían cuantas cosas no hacían por los pueblos, cuan responsables eran del dolor del trabajador, del indigente, del discapacitado. Vivían cosas terribles como estar sometidos a la trata de personas, a la pedofilia, al narcotráfico. El dolor se intensificaba cuando comprendían que eran los responsables de la infelicidad de la gente, la mayoría de las veces estaban implicados en ese destino. Eran arrebatados por la lujuria, la codicia y la traición, pero también la culpa, porque los nuevos habitantes del mundo podían sentir culpa, podían ser morales y odiar la mentira.
Todo este escarnio que padecían los preparaba no para un mundo de pobretones, de iguales en indigencia, sino de un lugar de placer y bienestar absoluto. Aprendían a llorar por el dolor del otro, y para esto no necesitaban el discurso de un profeta ni la sonrisa ingenua, casi border, de una virgen, porque el dolor la frustración, había sido experimentada y como eran gobernantes de después del 2012 no permitirían que nadie sufriera lo que ellos. No olvidarían el dolor una vez en el poder, por el contrario, lo revivirían cada día porque el pedido o la necesidad de alguien no es el reclamo de un votante sino el alarido de un ser humano. Ellos no perderían su humanidad porque su carne estaba marcada por cada lágrima, y su alma conmovida por tanto desamparo. Estaban aprendiendo lo que era el semejante, y el poder del amor, un poder absoluto, pero los políticos solo aman el trono y en la conquista de ese trono caen siempre los más humildes. Ellos no pensarán que pobres habrá siempre, sino que pobres nunca más, porque la pobreza es la madre del abuso, de la injusticia y de la discriminación. Sufrí con ellos, viví con ellos y cambié algo por lo menos no deseo llamar más manitos al director. Yo no soy del 2012; estoy podrido, medio muerto, y mal formado, soy un soberbio y todo soberbio tiene miedo de encontrarse con su finitud y comparecer frente a ella como se comparece ante un jurado. No sé como aparecí en el avión que me regresaría ni como de pronto me vi frente al director contándole esta experiencia, a Nuestro lado estaba Petete, que trataba de poner un nuevo programa en la computadora y pude percibir la presencia de Elsita, no ya con ganas de hacer travesuras sino atenta a lo que yo contaba. Lo escuché al director decirme que la nueva gente iría arribando de a poco y que en el curso de algunos lustros el planeta sería mejor, me dijo que había sido afortunado en ver la obra de los maestros siderales y que debía estar feliz de que esta gente que nos gobierna, que no sabe lo que es tomar un colectivo, pedir una changa para poder comer, que lo único que manejan con maestría es el discurso psicopático, la mentira a la que llaman diplomacia, no iban a existir más. Que este monstruo que nosotros alimentamos con la holgazanería, con el dejarlos hacer lo que quieran hasta las próximas elecciones, y después era todo más de lo mismo, dejaría de existir porque en el planeta purificado que se avecinaban ellos no tendrían lugar, porque comenzaría el verdadero gobierno del pueblo, un pueblo en convivencia con sus representantes, que sabían del dolor y la carencia.
Manitos, perdón, el director, sabía calmarme, poco a poco me fui tranquilizando, aunque me sobresaltó la duda sobre nuestra actividad en la nueva era, y le pregunté sobre nosotros. 'Pero Máximo', me respondió, 'estabas tan abrumado que no te viste entre ellos, pero eras un estudiante más.'
No supe qué contestarle, necesitaba más tiempo para meditar la cuestión y reconocerme en los nuevos tiempos, por eso no agregué nada a lo dicho por él.
Cuando me estaba levantando para retirarme me dijo que una nueva misión me esperaba, que decía ir a la plaza Soledad, y ver a Ofi, Testa, y Pipol y después contarle que hacían. Le dije que lo haría pero que antes debía descansar de este viaje, terminé de decir esto y las plantas de la escuela exhalaronnn un aroma distinto, como la mezcla de varias flores, escuché la risa cálida de Elsita viií a Petetsonreírir socarronamente. El director puso su mano sobre mi mejilla, me miró con ternura, y me dijo que nunca había salido del recinto, que el alma puede viajar e imaginar que está en un avión pero que en realidad puede volar y encontrar lo mejor de la creación en el Universo infinito y hacerlo realidad en un planeta.
Mientras caminaba hasta mi casa, una garúa salada salía de mis ojos. Estaba totalmente en paz, era la primera vez que me pasaba.
Manitos me explicó que debía tomar el vuelvo 518 de Maremar y que iba a descender en una isla secreta ubicada en un país llamado Platapoca, que una vez arribado al aeropuerto me trasladarían a una provincia llamada Cruz ¡SH! Diablo, donde funciona la escuela de tiburones y pirañas que convierte en delfines, que sólo podía estar un día en ese lugar y observar el proceso de preparación para los nuevos gobernantes planetarios. Llegué y apenas bajé del avión una señora se acercó a mi, me vendó los ojos y me introdujeron en un auto, no me permitieron ver hasta que llegamos a Cruz ¡SH! Diablo. La señora, una mujer muy bella parecida a Ana Lucía, me dijo que mirara lo que quisiera, que al anochecer vendría a buscarme, y me devolvería a mi casa.
El lugar era magnífico, una zona natural repleta de vegetación y riachos cristalinos, había toda clase de mariposas y aves, la luz era más brillante que la común y los colores más intensos, se podía observar el aura de la naturaleza y aspirar un perfume que era como la mezcla de varias flores, en medio de esa pulcritud natural se alzaban distintos hangares a los que llamaban aulas, nadie me veía pero, sentía que estaba conviviendo con ellos, y que ellos me explicaban las cosas. Automáticamente una correspondencia telepática se había instalado entre ellos y yo, eran personas de todas las razas y estructuras físicas, los había altos, bajos, más delgados, menos delgados, negros, blancos, amarillos, había de todo.
Lo primero que me contaron fue
que aprendían un idioma que en el futuro toda la humanidad hablaría y acto seguido fui pasando por distintas aulas. A una distancia muy corta del centro de estudios había una zona urbanizada en la que vivía gente común, trabajadores, maestros, actores, había colectivos, subtes, trenes, automóviles, fábricas, hospitales y espectáculos de esparcimiento.
Había tres pruebas básicas, los estudiantes debían pasar varios días con las manos enlodadas, les untaban con un barro imposible de sacar, todo lo que tocaban se manchaba, incluso la comida, en la zona urbana eran esquivados por la gente y a veces repudiados, la segunda prueba básica era la sordera, don una droga que se les suministraba quedaban sordos y así eran arrojados a la zona urbana. Lo mismo pasaba con los que quedaban ciegos, todos debían pasar por las tres pruebas y de ellas aprendían lo importante de tener las manos limpias, de escuchar y mirar. Debían ganar el sustento y para eso se les hacía trabajar en las fábricas, oficinas u otros como servicio doméstico, cementerios, enfermería, de pronto era común que algún grupo quedara paralítico y tuvieran que pujar con sus sillas de ruedas por la zona urbana. Viajaban al trabajo en micros repletos igual que los trenes y subtes, en su mayoría destartalados, debían llegar a fin de mes con sus sueldos, restringirse en la comida y buscar ofertas para que el dinero les alcanzara. Se los paseaba por la parte rica de la zona urbana donde eran absolutamente mal mirados por la pobreza de su ropa. Sufrían la humillación de no poder entrar nunca a un restaurante, o a un café, mucho menos al mejor teatro o a un cine, ni hablar de lo que les pasaba si pretendían ser admitidos en un boliche, era muy factible que fueran golpeados o insultados. Debían transitar por zonas muy sórdidas en las que eran asaltados y hasta heridos por una delincuencia bastante protegida por el sistema y los derechos humanos. Pasaban días enteros en la indigencia, para vivir debían recoger cartones o pedir limosnas o bien trabajar donde quemaban la basura. Debían internarse días enteros en hospitales públicos donde los pobres no eran atendidos como los de más poder adquisitivo y vivir en casuchas sin gas natural y con letrina. El clima cambiaba de acuerdo a la asignatura que se daba, de pronto grandes tormentas destruían sus casas o la sequía los dejaba sin alimentos. Pasaban por el infierno que implica la adopción de un niño y estar desdentados por no poder acceder a un odontólogo.
Todo iba pasando como una película frente a mis ojos. Vivía lo mismo que ellos pero no me veían, la vida de esta gente era un calvario, se los veía avejentados, abatidos, como se asimismo una persona que sabe que toda su vida será mísera. Las escenas más dolorosas, se daban cuando los estudiantes eran anoticiados de que sus hijos e hijas eran acosados sexualmente o bien habían sido víctimas de violación. Los preparaban sometiéndolos a las pruebas más feroces que se puede imaginar pero a través de esto comprendían cuantas cosas no hacían por los pueblos, cuan responsables eran del dolor del trabajador, del indigente, del discapacitado. Vivían cosas terribles como estar sometidos a la trata de personas, a la pedofilia, al narcotráfico. El dolor se intensificaba cuando comprendían que eran los responsables de la infelicidad de la gente, la mayoría de las veces estaban implicados en ese destino. Eran arrebatados por la lujuria, la codicia y la traición, pero también la culpa, porque los nuevos habitantes del mundo podían sentir culpa, podían ser morales y odiar la mentira.
Todo este escarnio que padecían los preparaba no para un mundo de pobretones, de iguales en indigencia, sino de un lugar de placer y bienestar absoluto. Aprendían a llorar por el dolor del otro, y para esto no necesitaban el discurso de un profeta ni la sonrisa ingenua, casi border, de una virgen, porque el dolor la frustración, había sido experimentada y como eran gobernantes de después del 2012 no permitirían que nadie sufriera lo que ellos. No olvidarían el dolor una vez en el poder, por el contrario, lo revivirían cada día porque el pedido o la necesidad de alguien no es el reclamo de un votante sino el alarido de un ser humano. Ellos no perderían su humanidad porque su carne estaba marcada por cada lágrima, y su alma conmovida por tanto desamparo. Estaban aprendiendo lo que era el semejante, y el poder del amor, un poder absoluto, pero los políticos solo aman el trono y en la conquista de ese trono caen siempre los más humildes. Ellos no pensarán que pobres habrá siempre, sino que pobres nunca más, porque la pobreza es la madre del abuso, de la injusticia y de la discriminación. Sufrí con ellos, viví con ellos y cambié algo por lo menos no deseo llamar más manitos al director. Yo no soy del 2012; estoy podrido, medio muerto, y mal formado, soy un soberbio y todo soberbio tiene miedo de encontrarse con su finitud y comparecer frente a ella como se comparece ante un jurado. No sé como aparecí en el avión que me regresaría ni como de pronto me vi frente al director contándole esta experiencia, a Nuestro lado estaba Petete, que trataba de poner un nuevo programa en la computadora y pude percibir la presencia de Elsita, no ya con ganas de hacer travesuras sino atenta a lo que yo contaba. Lo escuché al director decirme que la nueva gente iría arribando de a poco y que en el curso de algunos lustros el planeta sería mejor, me dijo que había sido afortunado en ver la obra de los maestros siderales y que debía estar feliz de que esta gente que nos gobierna, que no sabe lo que es tomar un colectivo, pedir una changa para poder comer, que lo único que manejan con maestría es el discurso psicopático, la mentira a la que llaman diplomacia, no iban a existir más. Que este monstruo que nosotros alimentamos con la holgazanería, con el dejarlos hacer lo que quieran hasta las próximas elecciones, y después era todo más de lo mismo, dejaría de existir porque en el planeta purificado que se avecinaban ellos no tendrían lugar, porque comenzaría el verdadero gobierno del pueblo, un pueblo en convivencia con sus representantes, que sabían del dolor y la carencia.
Manitos, perdón, el director, sabía calmarme, poco a poco me fui tranquilizando, aunque me sobresaltó la duda sobre nuestra actividad en la nueva era, y le pregunté sobre nosotros. 'Pero Máximo', me respondió, 'estabas tan abrumado que no te viste entre ellos, pero eras un estudiante más.'
No supe qué contestarle, necesitaba más tiempo para meditar la cuestión y reconocerme en los nuevos tiempos, por eso no agregué nada a lo dicho por él.
Cuando me estaba levantando para retirarme me dijo que una nueva misión me esperaba, que decía ir a la plaza Soledad, y ver a Ofi, Testa, y Pipol y después contarle que hacían. Le dije que lo haría pero que antes debía descansar de este viaje, terminé de decir esto y las plantas de la escuela exhalaronnn un aroma distinto, como la mezcla de varias flores, escuché la risa cálida de Elsita viií a Petetsonreírir socarronamente. El director puso su mano sobre mi mejilla, me miró con ternura, y me dijo que nunca había salido del recinto, que el alma puede viajar e imaginar que está en un avión pero que en realidad puede volar y encontrar lo mejor de la creación en el Universo infinito y hacerlo realidad en un planeta.
Mientras caminaba hasta mi casa, una garúa salada salía de mis ojos. Estaba totalmente en paz, era la primera vez que me pasaba.
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